miércoles, 29 de febrero de 2012

Obesidad en el embarazo: riesgos y cuidados


El exceso de peso en la embarazada es un factor de riesgo para la madre, el feto y el recién nacido.

 En España, la obesidad es una patología cada vez más prevalente en todos los grupos de edad y las mujeres embarazadas no están exentas de padecerla. Según el grado de sobrepeso que tenga la mujer al comenzar la gestación, el profesional sanitario establecerá cuántos kilos son recomendables ganar, ya que el incremento ha de ser menor que el de una mujer con peso normal. El exceso de peso, previo al embarazo o adquirido durante el mismo, es siempre un factor de riesgo que puede presentar complicaciones en la gestación, en el parto y posparto.
A una mujer que tiene un peso normal al inicio del embarazo, se le recomienda aumentar de 7 a 11 kilos durante toda la gestación. Son los necesarios para contribuir a la ganancia ponderal del feto y a los tejidos de soporte de la madre. Los aumentos menores se relacionan con el riesgo de retardo del crecimiento intrauterino. Sin embargo, ante el embarazo de una mujer obesa, las recomendaciones son distintas.
Si bien la gestación no es una época para someterse a un régimen de pérdida de peso, no hay que alejarse de las metas nutricionales que aconsejan los especialistas: resaltar la importancia de seleccionar alimentos de gran calidad nutricional y evitar los que son ricos en calorías y que resultan innecesarios. En caso de que la gestante sufra un aumento muy brusco de peso, sobre todo en los primeros cinco meses de gestación, la revisión ginecológica descartará una posible diabetes gestacional.

La disminución de ingesta calórica provoca un aporte insuficiente de nutrientes esenciales y puede causar trastornos en el desarrollo del feto

Asimismo, después de 20 semanas de embarazo, también hay que estar atenta a un aumento repentino de peso, ya que si se acompaña de hinchazón en pies, manos y rostro, puede ser síntoma de preclampsia. Esta situación se caracteriza, además de los signos citados, por hipertensión arterial, incremento de proteínas en la orina y dolor de cabeza. Afecta a un 10% de las gestantes y, hasta ahora, el tratamiento se basa en el reposo total para los casos más leves y en la inducción del parto, en los más graves.

Riesgos de la obesidad en el embarazo

Las mujeres obesas que buscan quedarse embarazadas deberían conocer los riesgos que su situación implica para el futuro de su gestación. Entre ellos figuran:
  • En la primera gestación (primíparas), una mayor posibilidad de partos muy prematuros (previos a las 32 semanas) y muertes fetales tempranas o tardías.
  • En las mujeres multíparas, es más elevado el riesgo de muerte fetal tardía, a las 28 semanas o posterior.
  • Aumenta la frecuencia de preeclampsia, relacionada de manera directa con el incremento del índice de masa corporal (IMC).
  • Mayor riesgo de dar a luz un lactante con un defecto del tubo neural (como la espina bífida), más allá de la ingesta de ácido fólico. Al parecer, el consumo adecuado de folato no parece conferir protección a estas mujeres, en comparación a las embarazadas de peso normal.
  • Son más numerosas y frecuentes las complicaciones obstétricas, como un parto prolongado, lo cual aumenta el riesgo de cesárea (y la prolongación del tiempo de recuperación) y el de tener un niño prematuro.
  • Mayor riesgo de padecer diabetes gestacional, cuando se detectan altos niveles de glucosa por primera vez durante el embarazo en mujeres no diabéticas. Las consecuencias de un mal control de esta enfermedad metabólica son muchas.
    • Para la gestante: 1 de cada 4 afectadas desarrolla diabetes mellitus tipo 2 al cabo de 5 o 10 años.
    • Para el futuro bebé: sufrir hipoglicemia neonatal y lesiones durante el parto; mayor riesgo de muerte; retraso en el desarrollo pulmonar; mayor riesgo de diabetes mellitus tipo 2 en la adolescencia y en la adultez, entre otras.

El riesgo de las dietas de adelgazamiento durante el embarazo

La gestación no es un momento idóneo para comenzar a hacer un régimen de adelgazamiento. Hasta el momento, no hay evidencias científicas que permitan asegurar que las dietas hipocalóricas administradas durante el embarazo resulten beneficiosas para la futura madre o el bebé. Al contrario, está demostrado que la disminución de ingesta calórica provoca un aporte insuficiente de nutrientes esenciales y puede causar trastornos en el desarrollo del feto.
Un déficit de nutrientes provoca el empleo de proteínas y grasas como fuente de energía, con la producción de cuerpos cetónicos que alteran el desarrollo neurológico fetal. Por tanto, es recomendable que las embarazadas obesas no se sometan a una restricción de calorías, sino que deben seguir el mismo criterio nutricional que una embarazada no obesa.

Plan de alimentación de la embarazada


Se sabe con certeza que el descenso sostenido de peso previo a la gestación previene muchas de las complicaciones asociadas a la obesidad. Por consiguiente, es importante, para alcanzar el término de la gestación sin problemas, un adecuado manejo dietético y con controles prenatales específicos. Para ello, los alimentos básicos que no deben faltar en la dieta de la mujer embarazada son los siguientes:
  • Lácteos. Mejor desnatados, tan ricos en cantidad de calcio y proteínas como sus homólogos enteros, pero con la mitad de grasa y de calorías.
  • Cereales y derivados. Pan, arroz, pasta, en cantidad y frecuencia moderada, de acuerdo a las indicaciones de la pauta dietética establecida por el especialista. El pan, las galletas y los cereales de desayuno, siempre conviene que sean integrales para aumentar el valor de saciedad y contribuir al aporte de fibra.
  • Legumbres. Combinadas con ingredientes vegetales, en la cantidad y frecuencia establecida en la pauta dietética.
  • Frutas. Sobre todo, que sean frescas y de temporada, con piel y muy bien lavadas.
  • Verduras y hortalizas. Se debe comer, al menos, una ensalada al día. Incluir verduras como ingrediente de primeros y segundos platos, cocinadas con poca grasa.
  • Carnes, pescados y huevos. Elegir los cortes magros de las carnes y eliminar la grasa visible. Elaborarlos con técnicas culinarias que requieran poca grasa, al horno, a la plancha, a la parrilla, al vapor o estofados con poca cantidad de aceite.
  • Grasas y aceites (de oliva y semillas). Hay que utilizar con prudencia el aceite, ya sea de oliva o de semillas, y se aconseja limitar al máximo el resto de alimentos grasos, como mantequilla o margarina, mayonesa, nata, manteca, sebo, embutidos, frutos secos grasos, aceitunas o aguacates, entre otros.

lunes, 27 de febrero de 2012

Problemas de corazón en niños y jóvenes


Las alteraciones de corazón en la infancia y adolescencia se han multiplicado por diez en una década debido a hábitos de vida poco saludables


Las enfermedades del corazón son una de las principales causas de muerte en adultos, pero no en niños y adolescentes. Sin embargo, son dolencias que comienzan a gestarse desde los primeros años de vida. Si la tendencia no se revierte, en 20 años las enfermedades cardiovasculares se manifestarán una década antes; en otras palabras, se diagnosticarán a los 45 años. Hoy, en población menor de 24 años, ya se detectan problemas que antes eran muy poco comunes a estas edades, como la intolerancia a la glucosa, colesterol elevado o hipertensión. Las cifras empiezan a ser preocupantes. Por este motivo, es crucial inculcar buenos hábitos desde la infancia.

Las alteraciones cardiovasculares infantiles se han multiplicado por diez en los últimos años, sobre todo, en niños obesos.

Es la principal conclusión que especialistas en gastroenterología, hepatología y nutrición pediátrica de todo el país extrajeron del II Foro de la Sociedad Española de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (SEGHNP), celebrado recientemente en Segovia. Este dato les ha llevado a analizar los factores alimentarios como detonantes principales de la enfermedad cardiovascular infarto-juvenil, así como a elaborar un plan de prevención: es más fácil enseñar buenos hábitos de vida y de alimentación desde la infancia, que cambiarlos en la edad adulta.

El corazón y la obesidad en niños y adolescentes

Los especialistas se han basado en la hiperalimentación (comer en exceso) y la hipoalimentación (comer de forma insuficiente). Con ello, han querido dar un paso más y no centrarse solo en la obesidad ya instaurada, que sufre un 20% de la población en edad escolar, según datos de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN). Entre un 30% y un 40% de estos ya manifiestan problemas cardiovasculares. La consecuencia: cuando lleguen a la edad adulta, además de obesidad, sufrirán diabetes, problemas articulares, hipertensión o ateroesclerosis precoz. De hecho, son problemas cada vez más diagnosticados en niños y adolescentes.
Los expertos alertan del desconocimiento entre la población en general respecto a la obesidad y sus consecuencias. Solo entre un 7% y un 10% de las familias españolas con hijos obesos consultan al médico, bien por querer esconderlo o por confundirlo con un mero problema estético. Acostumbran a recurrir al especialista demasiado tarde, cuando la afección puede haberse vuelto irreversible.

Más factores de riesgo para el corazón

 

Las alteraciones cardiovasculares infantiles se han multiplicado por diez en los últimos años, sobre todo en niños obesos

La obesidad no es el factor de riesgo cardiovascular más importante en edades tempranas. Otros aspectos cruciales que se deben tener en cuenta son: la hipertensión, poco habitual en niños, pero que si se desarrolla hay que tratarla; colesterol elevado, que empieza en la niñez y progresa lentamente hasta la edad adulta; tabaquismo o sedentarismo.
El plan de prevención que recomiendan los expertos pasa por incorporar en familias, instituciones, colegios y profesionales sanitarios, la enseñanza y el aprendizaje de comer bien desde la infancia y de incluir la actividad física en la rutina diaria, como al animar a subir escaleras. De igual manera, se debe reducir el consumo de televisión y ocupar el tiempo libre con actividades menos sedentarias. En el ámbito escolar, aconsejan promover más actividades al aire libre, en detrimento de la creciente diversión con aparatos electrónicos.
Es crucial que las familias otorguen importancia a la alimentación de sus hijos. A pesar de que hasta los 3 años la alimentación del bebé es una de las preocupaciones prioritarias de los progenitores, a partir de ahí, es frecuente un progresivo desentendimiento, con las consiguientes repercusiones en la salud.

Tabaco y ropa ajustada perjudican el corazón

Un estudio reciente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) ha avisado de la alarmante incidencia de factores de riesgo entre los jóvenes, que podrían sufrir un infarto de miocardio prematuro (personas menores de 46 años). Entre estos factores, además de la obesidad, figuran el tabaco y los antecedentes familiares. No obstante, según los resultados, el tabaco es el principal responsable, al multiplicar por seis las posibilidades de evento cardiaco prematuro: cerca del 75% de los jóvenes que sufren un infarto son fumadores. Este dato es especialmente trascendental en hombres (90% de los casos), pero se prevé que en los próximos años tenderá a igualarse entre géneros, debido al aumento del tabaquismo en mujeres.
Aunque a estas edades hay mayores posibilidades de sobrevivir al infarto, suele haber recidivas o derivar en alguna enfermedad coronaria crónica. Como consecuencia, en estos pacientes deberá realizarse una prevención secundaria estricta, con el gasto sanitario consecuente. La mejor alternativa, por tanto, es la prevención.
También la SEC ha advertido de un nuevo factor de riesgo de problemas cardíacos: el uso continuado de ropa demasiado ajustada que impide realizar movimientos de forma natural y que, tras llevarla durante unas cuantas horas, deja marcas en la piel. Parece ser que este tipo de indumentaria dificulta la circulación sanguínea venosa y aumenta el riesgo de edemas. Asimismo, también podría provocar retención de líquidos y de toxinas que favorecen la celulitis y depósitos de grasa en algunas zonas del cuerpo. Por último, señalan que puede dificultar la digestión y obstruir el correcto paso de aire y oxígeno por el cuerpo.

MUERTE SÚBITA


Más allá de los factores de riesgo relacionados con el estilo de vida, hay un pequeño porcentaje de jóvenes que pueden sufrir problemas cardiovasculares por motivos hereditarios. La mayor parte de las muertes súbitas inexplicadas en edades tempranas se deben a enfermedades cardíacas de origen genético. Entre estas destacan sobre todo las miocardiopatías y las enfermedades de los canales que dirigen el impulso eléctrico del corazón. En ambos casos, el desencadenante de la muerte súbita es una arritmia mortal.
El correcto diagnóstico y seguimiento de estos pacientes puede ayudar mucho a identificar a quienes pueden beneficiarse de una terapia preventiva. El estudio genético también puede identificar otros posibles familiares con riesgo y excluir a quienes no están afectados.
Investigadores de los Países Bajos, que estudiaron a casi 1.000 fetos y bebés, detectaron que las mujeres con sobrepeso y que fuman durante el embarazo triplican el riesgo de anomalías cardiovasculares congénitas durante la gestación. Esta relación, según publica la revista 'Heart', se suma a otras ya conocidas, puesto que la obesidad y el tabaco durante el embarazo ya se habían asociado con abortos espontáneos, retraso del crecimiento y nacimiento prematuro.

Núria Llavina Rubio
        



viernes, 24 de febrero de 2012

Freír alimentos con seguridad



Una excesiva cocción favorece la formación de sustancias tóxicas en algunos alimentos

Freír los alimentos parece una tarea fácil, ¿pero es tan simple en realidad? Si bien es una técnica que no supone muchas dificultades, no siempre resulta sencilla. No es lo mismo un alimento bien frito y crujiente que otro quemado o con demasiado aceite. Además, se sabe que freír los alimentos no es la opción más saludable, pero es una técnica más y, en ocasiones, la única que se puede utilizar. Una mayor ingesta de grasas, la alteración de los ácidos grasos al calentarse o la formación de los hidrocarburos aromáticos son algunos efectos de la fritura que pueden evitarse, en mayor o menos medida, si se realiza la técnica de forma correcta.
Además de la fritura, hay otras opciones culinarias que se asemejan mucho, como el braseado, la parrilla o el ahumado. Todas conllevan algunos riesgos si no se realizan de forma adecuada. Por el contrario, con algunos consejos se consigue una comida segura y nutritiva. La primera premisa es, sin duda, que los alimentos estén del todo cocinados y que se alcance la cocción adecuada para asegurar que no pueda haber patógenos (a partir de 65ºC en el interior de las piezas).
El aceite con el que se frían los alimentos es también muy importante. Es aconsejable utilizar el de oliva, ya que aguanta mucho más las altas temperaturas a las que se somete la fritura. Su densidad es mayor que el resto de aceites. Por este motivo, aguanta más la temperatura. De lo contrario, otros aceites se queman con mucha facilidad y desprenden toxinas que pueden ser nocivas para la salud del consumidor. Se debe utilizar abundante cantidad de aceite, para que se queme menos y los alimentos se cocinen antes. Además, se evita tiempo de exposición y, por tanto, tampoco se absorbe demasiado aceite.

Ni poco ni demasiado cocinado


Cocinar en exceso los alimentos puede disminuir su seguridad final. Una excesiva cocción favorece la formación de sustancias toxicas como N-nitroso o aminas heterocíclicas (AHC), que pueden provocar efectos adversos para la salud. En alimentos ricos en almidón, como el pan, cereales, galletas o patatas, una excesiva cocción puede desencadenar la formación de acrilamida, un compuesto asociado también a efectos adversos para la salud. Para evitarlo, es importante tener en cuenta algunos trucos y disfrutar de comidas seguras, además de sanas.
·         Reducir el tiempo de fritura con el uso de aceite de oliva en abundante cantidad, sin que se "bañe" el alimento. Lo importante es que el aceite toque todo el alimento.
·         Utilizar termómetro para medir la temperatura de la carne y así controlar la temperatura interior (65ºC durante dos minutos).
·         Retirar las partes quemadas de los alimentos, en el caso de la carne. No comer tampoco su jugo si se ha quemado alguna parte.
·         Adobar la carne con aceite, vino, cerveza u otro tipo de adobos protege y reduce la formación de compuestos dañinos para la salud.

El aceite, esencial


El aceite es primordial para una adecuada fritura. Debe estar bien caliente para que el alimento se cocine más rápido y se absorba menos cantidad de aceite. En caso contrario, los alimentos se empapan de ácidos grasos y no quedan crujientes.

El aceite debe estar bien caliente para que el alimento se cocine más rápido

Pero si el aceite es demasiado caliente y llega a quemarse, se forman los compuestos tóxicos y dañinos para la salud. El aceite debe estar caliente, su estado pasa de viscoso a líquido sin que llegue a humear, que sería señal de que se empieza a quemar. Para eliminar el exceso final de aceite es recomendable escurrir el alimento con papel absorbente y eliminar con ello calorías y grasas que quedan en el papel.
El aceite de fritura debe utilizarse solo una vez. El hecho de que con la temperatura experimente modificaciones en sus propiedades beneficiosas hace conveniente utilizar aceite nuevo cada vez. Nunca se debe utilizar el aceite de la fritura como condimento o aliño de ensaladas, este deberá retirarse y desechar en el contenedor específico para su reciclaje.

Trucos para una mejor fritura


Para precisar mejor la aparente facilidad de la técnica de fritura, se deben tener en cuenta algunos aspectos como:
·         Los alimentos deben estar lo más secos posibles cuando se frían. En caso de pasarlos por agua antes, deben secarse bien.
·         Si se rebozan, deben quedar sumergidos.
·         Debe evitarse freír grandes cantidades de alimentos a la vez, ya que la temperatura del aceite cae y se registra un inadecuado proceso de fritura.
·         Es aconsejable recubrir los alimentos ricos en agua, como el pescado, con una capa de harina, huevo o pan rallado. Así se evita que el vapor del agua impida una correcta fritura.
·         Los alimentos rebozados, como las croquetas, buñuelos o pollo, hay que freírlos con una temperatura del aceite de 180ºC.
·         Para verduras rebozadas, debido a su contenido en agua, la temperatura del aceite debe ser algo menor, unos 160ºC.
·         Para alimentos gruesos o de gran tamaño, la temperatura debe rondar 140ºC.

ACRILAMIDA


La acrilamida es una sustancia tóxica, con potencial cancerígeno, que se forma durante la fritura de productos ricos en almidón, como pan, galletas o patatas fritas, entre otros. El alimento donde más restos del compuesto se han hallado son las patatas fritas. En cambio, en patatas hervidas o al vapor, no se localizan restos de acrilamida.
Sus efectos en la salud están en estudio de forma constante y, por ahora, se ha comprobado que la exposición a la acrilamida puede provocar daños en el sistema nervioso y alteraciones fértiles. Sin embargo, los expertos señalan que las concentraciones halladas son inferiores a las necesarias para causar daños.
Hay diferencias de opiniones, ya que algunas fuentes indican que el compuesto es un potente cancerígeno genotóxico, frente a otras que lo señalan como alarmismo. La cuestión es que el consumidor desconoce los efectos reales de este compuesto. Según la Unión Europea, los límites legales fijados para la acrilamida en agua potable es de 0,1 microgramos por litro. En cuanto a la cantidad diaria admisible para evaluar los riesgos de la acrilamida, se ha establecido en cinco microgramos de kilo de peso corporal y día.
     
       NATÀLIA GIMFERRER MORATÓ



miércoles, 22 de febrero de 2012

Comer ajo cada día protege el corazón



 Tomar ajo a diario reduce el colesterol total y los triglicéridos, aunque no debe sustituir al tratamiento médico, sino ser un complemento a la dieta


"Ajo, cebolla y limón y déjate de inyección". Decenas de refranes castellanos hacen alusión al ajo y a la cebolla, alimentos universales en la cocina tradicional y que la sabiduría popular ha usado como remedio para muchas dolencias. La ciencia corrobora lo que la intuición y el conocimiento empírico han constatado durante siglos: el ajo es bueno para la salud coronaria, pero en ningún caso debe sustituir al tratamiento médico. Un reciente metanálisis concluye que el consumo habitual de ajo mejora el perfil lipídico del colesterol total y de los triglicéridos, lo que redunda en una protección adicional para la salud del corazón y las arterias.

La prevención de las enfermedades cardiovasculares a través de la modificación de sus principales factores de riesgo (como el control de la tensión arterial y de los niveles de colesterol en suero) es una estrategia vitalicia. El consumo regular de ajo ha demostrado ser efectivo en el tratamiento complementario de las dislipemias, pero su impacto en los niveles de colesterol (diagnóstico de hipercolesterolemia con colesterol total superior a 200 mg/dl) ha sido inconsistente en algunos ensayos y, por tanto, discutible.

Más ajo, menos colesterol y triglicéridos

El ajo en polvo y el extracto de ajo son eficaces para reducir el colesterol total

El último y más reciente metanálisis realizado por el Instituto de Toxicología de la Universidad china de Shandong concluye, tras revisar 26 estudios aleatorizados, doble ciego y controlados con placebo, que el consumo habitual de ajo tiene un efecto modesto en la reducción de los niveles de colesterol total y de triglicéridos, pero no en otros parámetros lipídicos como las lipoproteínas de baja densidad (LDL colesterol) y las lipoproteínas de alta densidad (HDL colesterol). Según este estudio, los efectos del ajo fueron más marcados en los sujetos con intervención a largo plazo, superior a cuatro semanas de tratamiento.
Los responsables de la investigación observaron diferencias según las distintas presentaciones. El ajo en polvo y el extracto de ajo fueron más eficaces en la reducción de los niveles séricos de colesterol total, mientras que el aceite de ajo tuvo más impacto en la disminución de los niveles séricos de triglicéridos.
Estas conclusiones no son tan contundentes en otras revisiones sistemáticas anteriores, como la realizada en 2009 por la Facultad de Medicina de la Universidad de Malaya, en Kuala Lumpur (Malasia), y años antes, en 1994, por el Departamento de Salud Pública y Atención Primaria de la Universidad de Oxford y, en 1993, por el Departamento de Medicina del New York Medical College. En estos casos, coinciden en que la terapia con ajo no reduce de manera sustancial los niveles de colesterol sérico, si bien se registra una mejoría en el perfil lipídico. Algunos autores sugieren que con la ingesta de un diente de ajo por día, o una cantidad equivalente en preparado, se logra una disminución de entre un 10% y un 12%, de tasas totales de colesterol, en comparación con el placebo.
Por tanto, aunque tomar ajo a diario tiene una respuesta positiva en el perfil lipídico, en ningún caso debe sustituir al tratamiento recetado por el médico para controlar las dislipemias y se usará, siempre bajo aprobación facultativa, como complemento dietético, de apoyo.

Los alimentos imprescindibles

Ajo, aceite de oliva, aceite de lino, pescado azul, legumbres y nueces son imprescindibles en una dieta terapéutica para las dislipemias

A la luz de las evidencias científicas, las dislipemias mejoran si se sigue una dieta terapéutica. Se entiende como tal la dieta que, en los criterios de equilibrio nutricional, incluye alimentos cuyo consumo habitual ha demostrado beneficio para el sistema coronario y prescinde de otros que entorpecen la mejoría. Los siguientes alimentos se entienden imprescindibles en una dieta cardiosaludable:
·         Ajo: un diente de ajo al día es beneficioso (excepto en casos de gastritis u otras dolencias estomacales) y parece proporcionar una mejora añadida para el control del colesterol y los triglicéridos.
·         Aceite de oliva virgen extra: rico en ácidos grasos monoinsaturados, vitamina E y fitosteroles, todos ellos compuestos cardioprotectores.
·         Aceite de lino: una cuchara sopera diaria como complemento de omega 3.
·         Nueces, una ración (4-6 unidades): contienen omega 3 y fitosteroles, ambos compuestos están reconocidos por su papel en la reducción del colesterol.
·         Pescado azul: 3-4 veces por semana, en raciones de 140 gramos. Proporciona ácidos grasos omega 3.
·         Legumbres variadas, incluidos los guisantes.
·         Verduras verdes (acelga, achicoria, lechuga, espinacas...), brotes o germinados y verduras de tallo (puerro, apio, cardo).

NO HAY SOPA BUENA SIN AJO


"No hay campana sin badajo, ni sopa buena sin ajo", "Tan sano es el trabajo como es la sopa de ajo". El refranero continúa con unos cuantos dichos referentes a las cualidades de salud del ajo, así como a su momento idóneo de siembra, plantación o recogida. En la cocina, el ajo es omnipresente, como relata el periodista y escritor Julio Camba, quien en su libro 'La casa de Lúculo' dedica un capítulo entero a las bondades y posibilidades culinarias del ajo y de la cebolla.
La sopa de ajo tiene presencia indiscutible en el recetario tradicional de los hogares españoles, en todas sus variantes; desde la sustanciosa sopa de ajo castellana con tropiezos de jamón y huevo, hasta otras propuestas originales, como la sopa de ajo con nueces o con almejas.
De sabor duradero también es la tostada untada de ajo y aderezada con hierbas aromáticas, que bien combina con una tajada fina de un buen jamón ibérico o con atún y anchoas. Para desayunos, almuerzos o meriendas, es original la propuesta de pan de ajo tipo plumcake, que puede sustituir en las comidas al pan del día.
       
         MAITE ZUDAIRE


martes, 21 de febrero de 2012

La diabetes infantil, en aumento



La incidencia de diabetes infantil se ha incrementado en un 3,8% en todo el mundo, sobre todo, en menores de cinco años


La diabetes infantil es una de las enfermedades crónicas más comunes en la infancia y la adolescencia. Su incidencia anual ha aumentado un 3,8% en todos los países, sobre todo, entre los niños menores de cinco años. Nueve de cada diez pequeños afectados padecen la diabetes tipo 1, por un déficit de producción de insulina. En España, entre 10 y 25 niños por cada 100.000 menores de 14 años son diagnosticados de diabetes mellitus tipo 1, según datos de la Sociedad Española de Endocrinología Pediátrica (SEEP). La Unidad de Diabetes Pediátrica Hospital Universitario Ramón y Cajal maneja cifras similares. El pasado noviembre, con motivo del Día Mundial de la enfermedad, sus especialistas señalaron que, en nuestro país, la diabetes mellitus tipo 1 afecta a unos 30.000 menores de quince años. Y cada año se registran unos 1.100 casos nuevos.
Hace solo unos años, el debut de la diabetes infantil era frecuente en la pubertad. Ahora, cada vez es más habitual en los menores de 5 años. La diabetes tipo 1 se manifiesta -de forma brusca- a cualquier edad, pero sobre todo en niños, adolescentes o en los primeros años de la vida adulta. Ocurre cuando las células del páncreas encargadas de movilizar la glucosa de la sangre (beta) al interior de las células producen poca o ninguna insulina. Entonces, se desarrollan los síntomas característicos de esta enfermedad.
A pesar de que no se conoce la causa exacta de su origen, los factores de riesgo más frecuentes son genéticos, ambientales y autoinmunes. Se apuntan como desencadenantes: la herencia genética, la exposición a pesticidas e, incluso, una infección que provoque que el organismo ataque sus propias células beta. Los afectados son propensos a sufrir otros trastornos del sistema autoinmune.
Entre los factores ambientales, destaca el papel de los pesticidas como desencadenantes de la enfermedad. Varios estudios han detectado una relación entre el riesgo de desarrollar diabetes (más la tipo 2) y la exposición a pesticidas que se utilizaban hace años, pero cuyos residuos aún están presentes. Es el caso de los organoclorados, los bifenilos policlorados (PCB) y otras sustancias químicas de la categoría "contaminantes orgánicos persistentes".
La exposición prolongada a la contaminación del aire, relacionada con el tráfico, también puede contribuir al desarrollo de la diabetes, en especial en individuos con un estilo de vida saludable, no fumadores, y en los individuos físicamente activos. Estas son las conclusiones de un estudio de cohorte realizado en Dinamarca con más de 57.000 personas y un seguimiento de 9,7 años. Los científicos responsabilizan de este incremento a "factores ambientales más agresivos", que hacen que la enfermedad se desarrolle de manera precoz.

Síntomas de la diabetes tipo

Las principales señales que delatan a la enfermedad -es decir, que hay un nivel alto de glucemia- son:

  • El niño tiene sed excesiva (polidipsia).
  • Micciona con mucha frecuencia (poliuria).
  • Tiene un hambre inusual, con pérdida de peso.
  • Muestra señales de cansancio y falta de concentración.
  • Se queja de visión borrosa.
  • Sufre infecciones frecuentes (en piel, encías o vejiga) que no terminan de curar.
Los pequeños también pueden manifestar irritabilidad y cambios de ánimo, sensación de malestar en estómago y vómitos, entumecimiento u hormigueo en los pies y las manos y, por supuesto, registrar niveles altos de azúcar en la sangre y en la orina.
En algunas personas diabéticas, la primera señal de enfermedad es la cetoacidosis. Cuando el organismo no puede utilizar la glucosa como fuente de energía para las células (por insuficiencia de insulina), usa la grasa acumulada. Los productos derivados del metabolismo de las grasas (cetonas) se acumulan en la sangre y en la orina, y estas, en niveles elevados, son tóxicas. Este cuadro se conoce como cetoacidosis diabética y sus síntomas habituales son: niveles de glucemia muy elevados, tener una respiración rápida y profunda, sequedad de piel y mucosas, aliento afrutado, náuseas, vómitos y dolor de estómago.

Efectos de la diabetes sobre la salud de los niños

Un diagnóstico a tiempo, los programas de educación sanitaria y los autocuidados son fundamentales para prevenir los problemas asociados

Además de los problemas a corto plazo -como la cetoacidosis-, con el trascurso de los años y sin el debido control ni tratamiento, la diabetes tiene múltiples consecuencias sobre la salud de las personas que la padecen. Puede causar pérdida de visión, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y respiratorias e impotencia sexual, entre otras. La Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP) insiste en que es de vital importancia promover la educación sobre diabetes para lograr un adecuado autocontrol por parte del paciente y sus cuidadores.
Al respecto, los profesionales recuerdan que el manejo de la enfermedad se basa en tres puntos claves: la alimentación, la actividad física y el tratamiento con insulina. Un diagnóstico a tiempo, seguir programas de educación sanitaria y los autocuidados son fundamentales para prevenir los problemas asociados -incluso, disminuir la tasa de fallecimientos-, que pueden empezar a desarrollarse ya en la tierna infancia, como la ceguera, la insuficiencia renal o las enfermedades cardiovasculares.

Obesidad y diabetes


La obesidad y el sobrepeso en niños es un problema de salud pública en todo el mundo. El estilo de vida occidental, con poca o nula actividad física y una ingesta elevada de calorías, no hacen más que incrementarlo a una velocidad de vértigo: en nuestro país se han triplicado las cifras de obesidad infantil y los últimos datos epidemiológicos señalan que afecta a un 14% de los niños, sobre todo, varones. Hay más niños que nunca con sobrepeso, obesidad e, incluso, obesidad mórbida.
Y ello tiene consecuencias: diabetes mellitus tipo 2, enfermedad cardiaca, HTA, colesterol elevado, ictus, algunos cánceres, artritis y alteraciones de la respiración durante el sueño (apneas e hipoapneas del sueño). Además, los especialistas en salud infantil insisten en que hay que remediarlo cuanto antes, porque la probabilidad de que un niño "gordito" se convierta en un adulto obeso aumenta de un 20% a los 4 años a un 80% en la adolescencia.

     
       MONTSE ARBOIX

domingo, 19 de febrero de 2012

Pautas de manipulación de alimentos


Separar los crudos de los cocinados o mantener una adecuada temperatura es básico para garantizar la inocuidad en el hogar


Tener al alcance alimentos seguros no es difícil ya que en la industria alimentaria pasan por estrictos controles de seguridad. No hay que temer por su inocuidad. Sin embargo, los problemas pueden aparecer en el domicilio a causa de errores en la manipulación y debido a la falta de algunos conocimientos básicos que garantizan la seguridad en la propia cocina. Aspectos como la temperatura de conservación o las formas de cocción son claves para minimizar buena parte de los riesgos alimentarios.
La Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación (FAO) reconoce la seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso a alimentos inocuos que satisfacen sus necesidades. Puesto que en la Unión Europea, al igual que en el resto de países desarrollados, la disponibilidad de alimentos es continua, este concepto hace referencia a los posibles problemas de higiene e inocuidad. Separar los alimentos crudos de los cocinados, cocerlos de forma correcta o mantener en todo momento una adecuada temperatura de almacenamiento son pilares básicos para garantizar la seguridad en la cocina doméstica. La mayoría de intoxicaciones alimentarias tienen su origen en una incorrecta manipulación en el propio domicilio.

Cocción y temperaturas


Cocinar de forma adecuada los alimentos es garantía de seguridad ya que se eliminan por completo los posibles patógenos. Se debe prestar especial atención a las carnes rojas, las aves, los huevos y el pescado. En alimentos como la carne picada, las piezas grandes o las aves enteras debe asegurarse que el interior alcanza la temperatura adecuada. En el caso de los líquidos, como los guisados o las sopas, se deben calentar hasta alcanzar como mínimo los 70ºC. El color de los alimentos indica si están cocinados.

A temperaturas inferiores a 5ºC o superiores a 55ºC, los microorganismos tienen dificultad para crecer

Uno de los aspectos que se debe tener más en cuenta es la cocción con el horno microondas ya que, en ocasiones, el alimento se cocina de manera desigual y quedan partes más frías, donde los patógenos pueden sobrevivir. El objetivo es asegurar un calor uniforme.
La temperatura constituye otro de los factores primordiales en seguridad alimentaria, no sólo en lo que respecta a la cocción. Los patógenos se multiplican a gran velocidad a temperatura ambiente, por tanto, los alimentos cocinados no deben mantenerse más de dos horas fuera del refrigerador. Tampoco es aconsejable dejarlos durante mucho tiempo en su interior. Como máximo, se mantendrán durante tres días. Los productos listos para consumir deben permanecer a una temperatura mínima de 60ºC antes de servirse, ya que así la proliferación bacteriana se detiene de forma considerable.
Para la multiplicación de patógenos, el intervalo localizado entre los 5ºC y los 60ºC es el más crítico puesto que los microorganismos se reproducen de forma más fácil. La refrigeración ralentiza el proceso pero no la detiene por completo, así que los patógenos tienen capacidad para seguir el proceso de crecimiento. Se considera que a temperaturas inferiores a 5ºC o superiores a 55ºC se dificulta en exceso el crecimiento de los microorganismos.

Evitar contaminaciones cruzadas


Cuando un alimento contaminado entra en contacto con otro que no lo está, se origina una contaminación cruzada. También puede ocurrir que el propio manipulador contamine los alimentos por una mala higiene en la ropa o en la piel, un riesgo que se reduce con una adecuada higiene personal. Acciones tan simples como lavarse las manos o cambiarse de ropa y zapatos si están sucios, evitan una posible contaminación cruzada.
Otra posibilidad de contagio se da cuando los patógenos de los alimentos crudos pasan a los cocinados, al entrar ambos en contacto. Las carnes rojas, las aves y los pescados pueden contener microorganismos patógenos con capacidad para contaminar al resto de alimentos durante su preparación o almacenamiento. Para evitarlo, se deben lavar los diferentes utensilios utilizados, como cuchillos o maderas para cortar, y los productos deben conservarse en recipientes separados.
Cuando se realice la compra, deben separarse desde el inicio las carnes rojas, las aves y el pescado crudos del resto de alimentos. Al guardarlos en la nevera, es recomendable colocarlos debajo de los cocinados y siempre en recipientes con tapa.

TERMÓMETRO PARA REDUCIR CONTAMINACIONES


Cada alimento necesita una cocción determinada pero, en general, los más proclives a una contaminación deben alcanzar los 70ºC, una temperatura que asegura su inocuidad porque se eliminan los patógenos en un intervalo de 30 segundos. Para asegurar estos grados se puede usar un termómetro:
  • Hay que colocarlo en la parte más gruesa de la pieza, a menudo, el centro.
  • No debe tocar ningún hueso de la pieza de carne y tampoco el recipiente para que la información sea real.
  • Tras colocar el termómetro, es preciso esperar unos segundos para que la temperatura suba; cuando ésta se estabilice, se retira y se verifica.
  • Una vez utilizado, limpiarlo e higienizarlo para evitar la contaminación cruzada.

CARNE CRUDA

Aunque se hace hincapié en la cocción de la carne para evitar los patógenos, el consumo de carne poco hecha o cruda, en las condiciones necesarias, tampoco entraña peligro. El centro de las piezas suele estar libre de patógenos, los microorganismos se acumulan en la superficie, con lo que una cocción rápida, con el centro crudo, no supondría un peligro. En las carnes de ave, el redondo de asado y la carne picada, donde los patógenos se encuentran tanto en la superficie como en el centro, es necesaria una cocción adecuada para asegurar la eliminación de patógenos.

     
       NATÀLIA GIMFERRER MORATÓ

viernes, 17 de febrero de 2012

Hortalizas para el frío



La disponibilidad de hortalizas en invierno es amplia, desde la col al brócoli, la remolacha y el apio

 Incorporar alimentos de temporada y locales en la definición de alimentación saludable es cada vez más habitual. Además de una mayor frescura y conservación de sus propiedades originales, aportan numerosas ventajas desde el punto de vista social y medioambiental: contribuyen al desarrollo rural y favorecen la vinculación entre los ámbitos rural y urbano, entre los medios de producción y consumo, y reducen la contaminación causada por el transporte de largas distancias. Las hortalizas más típicas de esta época del año son las pertenecientes a la familia de las crucíferas, como la col.

En la zona mediterránea, la climatología diferencia de forma clara entre los productos de la huerta típicos de los meses más calurosos y los más característicos del invierno. A pesar de que estos últimos son menos productivos y reducen la variedad de hortalizas disponibles en los meses fríos del año, la disponibilidad de este grupo de alimentos es amplia. De esta manera, es posible cumplir con la recomendación de consumo de dos hortalizas diarias y que estas sean locales y de temporada.

HORTALIZAS ESTRELLA DEL INVIERNO

Las hortalizas más típicas de esta época del año son las pertenecientes a la familia de las crucíferas, entre las que destacan múltiples variedades:
·         Col: de la familia de las crucíferas, y género de las Brassicas, es una planta muy resistente al frío, que aguanta temperaturas de hasta -7º C. A pesar de que se puede cultivar casi durante todo el año, su mejor época es el invierno, ya que el frío potencia su sabor. Las variedades de coles son múltiples: rizada (pequeña y muy compacta, idónea para añadir al caldo o hervirla con patata), valenciana (puntiaguda, lisa y muy dulce, de textura un poco más dura y encerada), lisa (para comer cruda en la ensalada en verano), china y de piel de sapo, entre otras.
·         Col de Bruselas: su principal característica organoléptica es su sabor pronunciado. Aguanta bien las temperaturas bajas, que potencian su sabor y suavizan su amargura, y en climas no muy extremos es posible obtenerla hasta primavera. Resultan muy ricas cocidas al vapor, con un chorro de aceite de oliva, fritas, rebozadas o bien con un guiso, de guarnición.
·         Brócoli: pertenece a la misma familia que las coles y coliflores, y es aún más fácil de cultivar y más resistente al frío. Hay que seleccionar las piezas compactas y uniformes. Su sabor y textura finos lo convierten en una hortaliza muy rápida de cocer, por lo que es muy apropiada para preparar al vapor o en tempura.
·         Remolacha: su familia es la misma que acelgas y espinacas, las quenopodiáceas. En realidad, la remolacha es la raíz comestible de una planta cuyas hojas tiernas también son aptas para el consumo, en especial en crudo, acompañadas de escarola y lechuga. La raíz, de potente color rojo-violeta, puede consumirse cruda (rallada en la ensalada) o hervida, enfriada y con aceite de oliva.
·         Apio nabo (o apio rábano): es una hortaliza de la misma familia que el apio, pero sin apenas hojas, de manera que dedica toda la energía a engordar el cuello y forma un bulbo de textura fuerte y con sabor muy intenso. Una vez recolectado, aguanta mucho tiempo si se almacena en un lugar fresco. Su principal aplicación gastronómica son las cremas y también, como en el caso de la remolacha, puede consumirse rallado en crudo en la ensalada. Además, cuando el frío intenso y las heladas impiden disponer de apio, el apio nabo es el sustituto de elección para hacer caldos. Para hacerse con un buen ejemplar, hay que asegurarse de que la textura es dura y, si tiene hojas, estas deben ser de un verde intenso y frescas.
·         Col rábano: es un bulbo más o menos redondo y de piel encerada coronado con hojas frescas y verdes, del que hay variedades verdes y también moradas. Para un adecuado cultivo, necesita terrenos húmedos, ya que la sequedad los hace demasiado duros. Al comprarlo, hay que asegurarse que la textura es fuerte, con piel brillante y lisa, y si conserva las hojas, estas deben ser verdes y frescas. Al igual que otras variedades de hortaliza típicas de esta época, se conserva bien si se almacena en un lugar fresco. Es una buena idea servirlo en crudo y aliñado, acompañado, entre otros, de manzana, aunque por su sabor peculiar también puede añadirse a cremas de otras hortalizas, como la calabaza.

PROPIEDADES NUTRICIONALES Y DE SALUD DE LAS HORTALIZAS


Las hortalizas, tanto si son típicas del invierno como de las épocas más temperadas, son alimentos que aportan cantidades importantes de fibra, vitaminas y minerales. El género Brassica en particular, del que forman parte los diferentes tipos de coles y el brócoli, entre otros, destaca por su contenido en vitamina C y ácido fólico (vitamina B9). Una ración de brócoli de 200 g, aunque esté cocido, aporta un 50% de las recomendaciones diarias de ácido fólico y más del doble de los requerimientos diarios de vitamina C.
Además, este tipo de hortalizas contienen compuestos fitoquímicos (glucosilonatos, isotiocianatos, indoles), cantidades sustanciales de carotenos sin actividad provítamínica pero con actividad antioxidante, como la luteína y zeaxantina, y flavonoides como la quercetina. Todas ellas son sustancias con potenciales efectos beneficiosos sobre la salud que, sin embargo, aún no se han testado ni confirmado en humanos.

         MARIA MANERA