El exceso de peso en la embarazada es un factor de riesgo para la madre, el feto y el recién nacido.
A una mujer que tiene un peso normal al inicio del
embarazo, se le recomienda aumentar
de 7 a 11 kilos durante toda la gestación. Son los necesarios para
contribuir a la ganancia ponderal del feto y a los tejidos de soporte de la
madre. Los aumentos menores se relacionan con el riesgo de retardo del
crecimiento intrauterino. Sin embargo, ante el embarazo de una mujer obesa, las
recomendaciones son distintas.
Si bien la gestación no es una época para someterse a un
régimen de pérdida de peso, no hay que alejarse de las metas nutricionales que
aconsejan los especialistas: resaltar la importancia de seleccionar
alimentos de gran calidad nutricional y evitar los que son ricos en calorías
y que resultan innecesarios. En caso de que la gestante sufra un aumento muy
brusco de peso, sobre todo en los primeros cinco meses de gestación, la
revisión ginecológica descartará una posible diabetes gestacional.
La disminución de ingesta calórica provoca
un aporte insuficiente de nutrientes esenciales y puede causar trastornos en el
desarrollo del feto
Asimismo, después de 20 semanas de embarazo, también hay
que estar atenta a un
aumento repentino de peso, ya que si se acompaña de hinchazón en pies, manos y rostro, puede ser
síntoma de preclampsia. Esta
situación se caracteriza, además de los signos citados, por hipertensión
arterial, incremento de proteínas en la orina y dolor de cabeza. Afecta a un
10% de las gestantes y, hasta ahora, el tratamiento se basa en el reposo total
para los casos más leves y en la inducción del parto, en los más graves.
Riesgos de la
obesidad en el embarazo
Las mujeres obesas que buscan
quedarse embarazadas deberían
conocer los riesgos que su situación implica para el futuro de su gestación.
Entre ellos figuran:
- En la primera gestación
(primíparas), una mayor posibilidad de partos muy prematuros (previos a
las 32 semanas) y muertes fetales tempranas o tardías.
- En las mujeres multíparas, es más
elevado el riesgo de muerte fetal tardía, a las 28 semanas o posterior.
- Aumenta la frecuencia de
preeclampsia, relacionada de manera directa con el incremento del índice
de masa corporal (IMC).
- Mayor riesgo de dar a luz un
lactante con un defecto del tubo neural (como la espina bífida), más allá
de la ingesta de ácido fólico. Al parecer, el consumo adecuado de folato
no parece conferir protección a estas mujeres, en comparación a las
embarazadas de peso normal.
- Son más numerosas y frecuentes las
complicaciones obstétricas, como un parto prolongado, lo cual aumenta el
riesgo de cesárea (y la prolongación del tiempo de recuperación) y el de
tener un niño prematuro.
- Mayor riesgo de padecer diabetes gestacional,
cuando se detectan altos niveles de glucosa por primera vez durante el
embarazo en mujeres no diabéticas. Las consecuencias de un mal control de
esta enfermedad metabólica son muchas.
- Para la gestante: 1 de cada 4 afectadas desarrolla
diabetes mellitus tipo 2 al cabo de 5 o 10 años.
- Para el futuro bebé: sufrir hipoglicemia neonatal y lesiones durante el parto; mayor
riesgo de muerte; retraso en el desarrollo pulmonar; mayor riesgo de
diabetes mellitus tipo 2 en la adolescencia y en la adultez, entre otras.
El riesgo de
las dietas de adelgazamiento durante el embarazo
La gestación no es un momento idóneo para comenzar a hacer
un régimen de adelgazamiento. Hasta
el momento, no hay evidencias científicas que permitan asegurar que las dietas
hipocalóricas administradas durante el embarazo resulten beneficiosas para la
futura madre o el bebé. Al contrario, está demostrado que la disminución de
ingesta calórica provoca un aporte insuficiente de nutrientes esenciales y
puede causar trastornos en el desarrollo del feto.
Un déficit de nutrientes provoca el empleo de proteínas y
grasas como fuente de energía, con la producción de cuerpos cetónicos que
alteran el desarrollo neurológico fetal. Por tanto, es recomendable que las
embarazadas obesas no se sometan a una restricción de calorías, sino que deben
seguir el mismo criterio nutricional que una embarazada no obesa.
Plan de alimentación de la embarazada
Se sabe con
certeza que el descenso sostenido de peso previo a la gestación previene muchas
de las complicaciones asociadas a la obesidad. Por consiguiente, es importante,
para alcanzar el término de la gestación sin problemas, un adecuado manejo
dietético y con controles prenatales específicos. Para ello, los alimentos básicos que no
deben faltar en la dieta de la mujer embarazada son los siguientes:
- Lácteos. Mejor desnatados, tan ricos en
cantidad de calcio y proteínas como sus homólogos enteros, pero con la
mitad de grasa y de calorías.
- Cereales y derivados. Pan, arroz, pasta, en cantidad y
frecuencia moderada, de acuerdo a las indicaciones de la pauta dietética
establecida por el especialista. El pan, las galletas y los cereales de
desayuno, siempre conviene que sean integrales para aumentar el valor de
saciedad y contribuir al aporte de fibra.
- Legumbres. Combinadas con ingredientes
vegetales, en la cantidad y frecuencia establecida en la pauta dietética.
- Frutas. Sobre todo, que sean frescas y de
temporada, con piel y muy bien lavadas.
- Verduras y hortalizas. Se debe comer, al menos, una
ensalada al día. Incluir verduras como ingrediente de primeros y segundos
platos, cocinadas con poca grasa.
- Carnes, pescados y huevos. Elegir los cortes magros de las
carnes y eliminar la grasa visible. Elaborarlos con técnicas culinarias
que requieran poca grasa, al horno, a la plancha, a la parrilla, al vapor
o estofados con poca cantidad de aceite.
- Grasas y aceites (de oliva y
semillas). Hay que
utilizar con prudencia el aceite, ya sea de oliva o de semillas, y se
aconseja limitar al máximo el resto de alimentos grasos, como mantequilla
o margarina, mayonesa, nata, manteca, sebo, embutidos, frutos secos
grasos, aceitunas o aguacates, entre otros.