La incidencia de diabetes infantil se ha incrementado en un 3,8% en todo el mundo, sobre todo, en menores de cinco años
La diabetes infantil es una de las enfermedades crónicas más comunes en la infancia
y la adolescencia. Su incidencia anual ha aumentado un 3,8% en
todos los países, sobre todo, entre los niños menores de cinco años. Nueve de
cada diez pequeños afectados padecen la diabetes tipo 1, por un déficit de
producción de insulina. En España, entre 10 y 25 niños por cada 100.000 menores
de 14 años son diagnosticados de diabetes mellitus tipo 1, según datos de la Sociedad
Española de Endocrinología Pediátrica (SEEP). La Unidad de Diabetes Pediátrica Hospital
Universitario Ramón y Cajal maneja cifras similares. El pasado
noviembre, con motivo del Día Mundial de la enfermedad, sus especialistas
señalaron que, en nuestro país, la diabetes mellitus tipo 1 afecta a unos
30.000 menores de quince años. Y cada año se registran unos 1.100 casos nuevos.
Hace solo unos años, el debut de la diabetes infantil era frecuente en la pubertad. Ahora, cada vez es más habitual en
los menores de 5 años. La diabetes tipo 1 se manifiesta -de forma
brusca- a cualquier edad, pero sobre todo en niños, adolescentes o en los
primeros años de la vida adulta. Ocurre cuando las células del páncreas
encargadas de movilizar la glucosa de la sangre (beta) al interior de las
células producen poca o ninguna insulina. Entonces, se desarrollan los síntomas
característicos de esta enfermedad.
A pesar de que no se conoce la causa
exacta de su origen, los factores de riesgo más frecuentes son genéticos,
ambientales y autoinmunes. Se apuntan como desencadenantes: la herencia
genética, la exposición a pesticidas e, incluso, una infección que provoque que
el organismo ataque sus propias células beta. Los afectados son propensos a
sufrir otros trastornos del sistema autoinmune.
Entre los factores ambientales, destaca el
papel de los pesticidas como desencadenantes de la enfermedad. Varios estudios
han detectado una relación entre el riesgo de desarrollar diabetes (más la tipo
2) y la exposición a pesticidas que se utilizaban hace años, pero cuyos
residuos aún están presentes. Es el caso de los organoclorados, los bifenilos
policlorados (PCB) y otras sustancias químicas de la categoría
"contaminantes orgánicos persistentes".
La exposición prolongada a la
contaminación del aire,
relacionada con el tráfico, también puede contribuir al desarrollo de la
diabetes, en especial en individuos con un estilo de vida saludable, no
fumadores, y en los individuos físicamente activos. Estas son las conclusiones
de un estudio de cohorte realizado en Dinamarca con más de 57.000 personas y un
seguimiento de 9,7 años. Los científicos responsabilizan de este incremento a
"factores ambientales más agresivos", que hacen que la enfermedad se
desarrolle de manera precoz.
Síntomas de la diabetes tipo
Las principales señales que delatan a la enfermedad -es
decir, que hay un nivel alto de glucemia- son:
- El
niño tiene sed excesiva (polidipsia).
- Micciona
con mucha frecuencia (poliuria).
- Tiene
un hambre inusual, con pérdida de peso.
- Muestra
señales de cansancio y falta de concentración.
- Se
queja de visión borrosa.
- Sufre
infecciones frecuentes (en piel, encías o vejiga) que no terminan de
curar.
Los pequeños también pueden manifestar
irritabilidad y cambios de ánimo, sensación de malestar en estómago y vómitos,
entumecimiento u hormigueo en los pies y las manos y, por supuesto, registrar
niveles altos de azúcar en la sangre y en la orina.
En algunas personas diabéticas, la primera
señal de enfermedad es la cetoacidosis.
Cuando el organismo no puede utilizar la glucosa como fuente de energía para
las células (por insuficiencia de insulina), usa la grasa acumulada. Los
productos derivados del metabolismo de las grasas (cetonas) se acumulan en la
sangre y en la orina, y estas, en niveles elevados, son tóxicas. Este cuadro se
conoce como cetoacidosis diabética y sus síntomas habituales son: niveles de
glucemia muy elevados, tener una respiración rápida y profunda, sequedad de
piel y mucosas, aliento afrutado, náuseas, vómitos y dolor de estómago.
Efectos de la
diabetes sobre la salud de los niños
Un diagnóstico a tiempo, los programas de
educación sanitaria y los autocuidados son fundamentales para prevenir los
problemas asociados
Además de los problemas a corto plazo
-como la cetoacidosis-, con el trascurso de los años y sin el debido control ni
tratamiento, la diabetes tiene múltiples
consecuencias sobre la
salud de las personas que la padecen. Puede causar pérdida de visión,
hipertensión, enfermedades cardiovasculares y respiratorias e impotencia
sexual, entre otras. La Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y
Atención Primaria (SEPEAP) insiste en que es de vital importancia promover la
educación sobre diabetes para lograr un adecuado autocontrol por parte del
paciente y sus cuidadores.
Al respecto, los profesionales recuerdan
que el manejo de la
enfermedad se basa en tres puntos claves: la alimentación, la actividad física
y el tratamiento con insulina. Un diagnóstico a tiempo, seguir
programas de educación sanitaria y los autocuidados son fundamentales para
prevenir los problemas asociados -incluso, disminuir la tasa de
fallecimientos-, que pueden empezar a desarrollarse ya en la tierna infancia,
como la ceguera, la insuficiencia renal o las enfermedades cardiovasculares.
Obesidad y diabetes
La obesidad y el sobrepeso en niños es un problema de salud
pública en todo el mundo. El estilo de vida occidental, con poca o nula actividad física
y una ingesta elevada de calorías, no hacen más que incrementarlo a una
velocidad de vértigo: en
nuestro país se han triplicado las cifras de obesidad infantil y los últimos datos epidemiológicos
señalan que afecta a un 14% de los niños, sobre todo, varones. Hay más niños
que nunca con sobrepeso, obesidad e, incluso, obesidad mórbida.
Y
ello tiene consecuencias: diabetes mellitus tipo 2, enfermedad cardiaca, HTA,
colesterol elevado, ictus, algunos cánceres, artritis y alteraciones de la
respiración durante el sueño (apneas e hipoapneas del sueño). Además, los
especialistas en salud infantil insisten en que hay que remediarlo cuanto
antes, porque la
probabilidad de que un niño "gordito" se convierta en un adulto obeso
aumenta de un 20% a los 4 años a un 80% en la adolescencia.
MONTSE ARBOIX
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