Alimentos de consumo cotidiano
predisponen a tener el colesterol alto y a ser candidatos a problemas
cardiovasculares desde edades tempranas
Conocer al detalle los ingredientes que componen los
alimentos elaborados es elemental para escoger con seguridad alimentos más
sanos. Pero en ocasiones, esta información no es suficiente. Puede suceder que
el alimento no contenga grasas
trans, las más perjudiciales para el colesterol, pero que sea muy abundante en
grasas saturadas, cuyo exceso también perjudica. Una ayuda útil es hacer uso de
las fórmulas complementarias al etiquetado que incluyen algunos fabricantes o
distribuidores, como el semáforo nutricional. Este informa, a través de un
código de colores (verde, amarillo y naranja), de la cantidad de los nutrientes
problemáticos (grasa total, grasa saturada, azúcar, sal/sodio) por ración, en
comparación con las ingestas recomendadas.
Mantequilla en el desayuno, no gracias. La mantequilla es un alimento denso en energía y grasas
y, en particular, en grasas saturadas, cuyo exceso altera el perfil de lípidos.
Su consumo en el desayuno debe ser esporádico y anecdótico en caso de que el
niño tenga hipercolesterolemia. La mejor alternativa es ofrecer pan del
día anterior tostado, con un chorrito de aceite de oliva virgen extra y, si les
gusta, untado con tomate natural. De este modo, el pan resulta más jugoso. Un
poco de bonito desmenuzado o unas lonchas de jamón y queso fresco sirven de
complemento perfecto a la tostada.
Leche entera, ¿por qué no semidesnatada? Incluso la leche desnatada puede ser una opción si el resto
de la familia la consume y, en particular, si el niño bebe leche con
frecuencia. La diferencia nutritiva básica es que carece de grasa, algo
positivo en la dieta de prevención del colesterol. Una dieta bien planificada
el resto del día, que incluya variedad de alimentos, garantiza el aporte de
vitaminas liposolubles (A, D) que se han podido perder con el desnatado de la
leche. El temor a no proporcionar suficiente calcio hace que se dé a los niños
en muchas ocasiones cantidades exageradas de lácteos, pero hay otros alimentos
que son fuente de calcio y que deberían contemplarse en la
dieta infantil, como los frutos secos, las frutas desecadas y las verduras.
También se podría alternar el consumo de leche de vaca con otras bebidas
vegetales, como la leche de avena, de arroz o de almendra.
Bollos con grasas trans. Desterrados de la cesta de la compra, y por tanto de la
alimentación infantil, deben quedar todos los productos de bollería y repostería que incluyan entre sus
ingredientes los términos "aceites y/o grasas vegetales parcialmente
hidrogenados". Hay marcas de repostería casera con ingredientes selectos y
de calidad que sustituirán a la bollería de menos calidad. Siempre queda la
posibilidad de preparar bizcochos caseros elaborados con aceite de oliva virgen, con frutos
secos, harina integral y poco azúcar, una combinación sana para el corazón.
Adiós a las palomitas de maíz para microondas. Las palomitas
de maíz para microondas resultan
muy energéticas y con grasas poco saludables. Las caseras se elaboran en una
sartén a la que se añade una cucharita de aceite de oliva, lo justo para que no
se peguen los granos de maíz. La receta casera de palomitas puede contemplarse
como una alternativa más, nutritiva y saludable, que se puede ofrecer a los
niños para la merienda.
Pizzas, mejor caseras. Se debe descartar la presencia de "grasas
trans" entre los ingredientes de una gama amplia de productos precocinadas
que contienen masa, tipo pizzas, empanadillas, empanadas, emparedados, san
jacobos y similares. Las pizzas precocinadas, a menudo, contienen demasiado
queso fundido, embutidos o bacón. En las pizzas
caseras, estos alimentos se sustituyen por la cantidad justa de queso con menos
grasa, para que resulten jugosas y gustosas, y la combinación más apetecible de
ingredientes: vegetales con atún o bonito desmenuzado, gambas, mejillones,
pulpo, salmón, entre otros ingredientes menos grasientos y más saludables.
Lactancia materna y
colesterol
Un metanálisis llevado a cabo en el año 2002, con datos de
37 estudios, ha mostrado resultados diferentes según la edad en la que se ha
medido el colesterol. Los bebés alimentados con leche materna mostraron tener el
colesterol más alto, entre los parámetros normales. No obstante, las mediciones
en personas adultas mostraron que el colesterol sérico fue menor entre las
personas a quienes se amamantó.
La hipótesis que se baraja como respuesta a estas
diferencias es que un mayor consumo de colesterol en el período inicial de la
vida podría inducir una programación "beneficiosa" para la regulación
del metabolismo del colesterol. En la misma línea, dos estudios ecográficos han
demostrado que la lactancia materna se asoció de forma inversa a la
aterosclerosis, que se evaluó por el grosor de la capa íntima-media arterial, la distensión arterial y la prevalencia de placas carótidas
(marcador de severidad de la aterosclerosis) en personas adultas jóvenes y
adultos con una edad media de 71 años.
HIPERCOLESTEROLEMIA INFANTIL
Desde la
Fundación Española del Corazón alertan de que cada vez son más los casos de
colesterol entre niños o jóvenes. Debido a la combinación de unos hábitos
dietéticos incorrectos y sedentarios, estos son candidatos a padecer
hipercolesterolemia en el futuro. El colesterol es necesario para el desarrollo
normal del organismo infantil, siempre que los valores porcentuales estén en el
rango normal de acuerdo a la edad. Los especialistas consideran que las tasas
de colesterol en la infancia son normales cuando son inferiores a 170 mg/dl de
colesterol total y a 110 mg/dl de LDL-colesterol; están en el límite si oscilan
entre 170 y 199 mg/dl (110-129 mg/dl LDL-c); y son altas y conviene actuar
cuando el niño supera 200 mg/dl de colesterol total y 130 mg/dl de
LDL-colesterol.
MAITE
ZUDAIRE
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