El gusto por la
sal es adquirido, de modo que es posible modificarlo y educarlo hasta que
disminuya
Nuestra dieta contiene demasiada sal. El
consumo medio de este condimento es de 9,7 gramos por persona
al día, casi el doble del valor recomendado por la Organización Mundial
de la Salud (OMS).
Los datos más recientes apuntan que, en nuestro país, ocho de cada diez personas superan los límites
diarios aconsejados, una realidad que las instituciones
sanitarias nacionales y europeas se han propuesto combatir. La explicación es
clara: el 45% de los infartos de miocardio y la mitad de los ictus cerebrales
están relacionados con la hipertensión arterial. Su causa principal es el
consumo excesivo de sal. El siguiente artículo ofrece siete consejos prácticos
para reducir la cantidad de este condimento en las comidas y varias ideas sencillas
para no pasarse con la sal en la cocina.
Disminuir
el consumo de sal: consejos prácticos
A medida
que se ingiere menos sal, la preferencia por lo salado también se reduce
El consumo excesivo de sal es un
importante factor de riesgo de sufrir hipertensión
arterial, lo que a su vez aumenta la posibilidad de enfermedad cardiaca y
accidente cerebrovascular. De hecho, la
Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) señala que reducir la
ingesta de sal a la mitad "podría evitar miles de muertes cada año por
isquemia cerebral e infartos". Sin embargo, aunque las advertencias y las
recomendaciones son claras, no siempre parece sencillo conseguir ese objetivo.
Lo interesante es que el gusto por la sal es adquirido, de modo que se puede
modificar y educar hasta lograr que disminuya. A medida que se ingiere menos
sal, la preferencia por lo salado también se reduce. Para ello, pueden servir
los siguientes consejos:
1.
Comer más alimentos frescos, que contienen menos sodio.
2.
Reducir el uso de la sal al cocinar y dejar que cada comensal agregue
la cantidad que desee en los platos individuales, como las ensaladas.
3.
Sazonar con especias y hierbas aromáticas ayuda a reducir de forma
paulatina la adición de sal a los platos.
4.
Cocinar los alimentos al vapor: al no haber un medio con el que el
alimento entra en contacto, no hay cesión de sustancias y se conserva mejor el
contenido natural del sodio del alimento.
5.
La sal oculta de los alimentos elaborados es la más difícil de rehuir.
Conviene reducir la ingesta de productos procesados, y en su caso, escoger los
elaborados con menos sal o sodio (ver y comprobar la información de la etiqueta
nutricional).
6.
La sal marina, por su sabor más fuerte, permite emplear menos cantidad
para dar sabor a las comidas.
7.
Sustituir la sal por una de bajo contenido en sodio: aporta la mitad
de sodio que la sal común.
Para asegurar unos hábitos
alimentarios correctos, las etiquetas expresan a menudo el contenido de sal en
gramos (g). El sodio, aunque se utiliza como sinónimo, no es sal. Por este
motivo, para conocer la cantidad
exacta de sal, hay que multiplicar por 2,5 los gramos señalados en sodio. Así, si la etiqueta de una lata de
atún en escabeche informa de que sus 100 gramos contienen 0,59 g de sodio, esto
significa que contiene 1,47
gramos de sal.
Ideas
para no pasarse con la sal en la cocina
Alrededor de un 10% del sodio que
consumimos está presente en los propios alimentos. Otro 75% se agrega durante
el proceso de elaboración -sobre todo en productos
precocinados-, y es en la elaboración de los platos en casa donde se suele
añadir un 15% más. La organización en la cocina es fundamental para no cometer
errores ni tener que desalar los platos una vez que se han cocinado. Algunos
consejos prácticos para evitar sorpresas en la mesa son:
- En los cocidos, no conviene salar ni probar el
punto de sal hasta el final.
- El reposo de los potajes aumenta la
concentración de los sabores. Es preferible pecar de soso y rectificar en
el último momento.
- El frío potencia este proceso. Si dejamos el
guiso de un día para otro en la nevera, el sabor del plato se concentra
aún más. Preparados como el ragú de ternera, los calamares en su tinta o
los caracoles con salsa mejoran con el reposo en la nevera. Por ello
debemos dejarlos un poco sosos para añadir el punto de sal cuando los
volvamos a regenerar.
- Si queremos alimentos jugosos -sobre todo en
las piezas pequeñas, como filetes de pescado, pechugas de aves o carnes
nobles- cocinados en la plancha, sazonamos al final.
- Si buscamos que los aromas penetren en el
alimento, sin importar perder unos pocos jugos, hay que sazonar al
principio.
- Para los guisos de larga cocción, sazonamos
ligeramente al principio para que las fibras se rompan y haya un
intercambio de jugos y aromas entre el alimento que se cocina y el medio
donde se prepara. No se añade más sal hasta el final.
MAITE ZUDAIRE
/ PEIO GARTZIA
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