Para bajar los niveles de colesterol,
además de hacer ajustes en la dieta, es preciso cuidar al hígado con la
alimentación y controlar que no haya disfunciones hepáticas
Boca y lengua pastosa,
digestiones difíciles y pesadas, náuseas, alteración del ritmo intestinal con
tendencia al estreñimiento, mal aliento,... Son algunos síntomas comunes en
personas que tienen dislipemias, es decir, sus niveles de lípidos
plasmáticos alterados. La causa, en muchos casos, está en una disfunción
hepática, y es por ahí por donde conviene comenzar a tratar el problema. La
consecuencia es la elevación del colesterol, de los triglicéridos
o de las enzimas hepáticas. El abordaje dietético y nutricional en caso de
dislipemia requiere un enfoque integral. A continuación se detallan las
deficiencias en el tratamiento dietético que impiden una correcta resolución
del problema, qué errores alimentarios se comenten, qué alimentos no ayudan y
cuáles son los más indicados para actuar sobre la causa.
Vencer al colesterol: actuar sobre la causa, no sobre la
consecuencia
El hígado es el principal
órgano encargado de gestionar los niveles de grasas a nivel circulatorio. A su
vez, una de sus funciones principales es la de almacenar sangre y regular el
flujo sanguíneo hacia el resto de órganos. Es por ello que una disfunción
hepática tiene como consecuencia directa una mala calidad de la sangre, y esta
puede estar saturada de grasas y colesterol, provocando con el tiempo la
elevación de las tasas de colesterol plasmáticas y, en consecuencia, un aumento
del riesgo vascular.
Por ello, cuando hay una
alteración de los niveles de lípidos (LDL colesterol elevado; HDL colesterol
disminuido; triglicéridos elevados) o de las transaminasas (enzimas hepáticas)
suele haber disfunción hepática -no tiene por qué haber patología-, pero este
trastorno hepático se manifiesta a distintos niveles. Una serie de síntomas
o malestares nos alertan de que nuestro hígado requiere un apoyo dietético para
recuperar su funcionalidad:
- Sensación de pesadez dolorosa en la
región hepatovesicular.
- Boca pastosa, digestión difícil (en
particular con los alimentos grasos, desde la nata y la mantequilla, hasta
los frutos secos).
- Eructos después de las comidas (a
veces se acompaña de náusea).
- Alteración del ritmo intestinal con
tendencia al estreñimiento.
- Halitosis o mal aliento.
- Sueño después de las comidas.
- Intolerancia más o menos acusada a
ciertos alimentos.
- Urticaria o prurito en la piel.
- Dolor de cabeza de tipo migrañoso.
La elevación plasmática de
los niveles de colesterol suele ser la consecuencia de este trastorno hepático
de fondo que habrá que corregir para no depender siempre de los medicamentos.
Colesterol elevado: las mejores opciones dietéticas
En caso de dislipemia, si
no ha habido un episodio cardiaco por el que se requiere la toma de
medicamentos, el abordaje dietético para prevenirlo requiere un enfoque
integral, un abordaje completo. No debería limitarse solo a recomendar el
consumo de un complemento regulador del colesterol (omega-3, lecitina de soja,
fitosteroles...), sino que habría que hacer una revisión alimentaria exhaustiva
y los cambios dietéticos pertinentes:
- 1. Restringir
el consumo de alimentos ricos en colesterol, en grasas saturadas y
sobre todo -y de manera contundente- en grasas trans (que
favorecen la formación de colesterol).
- 2. Aumentar
el consumo de fibra soluble e insoluble, con efecto de arrastre y de
limpieza digestiva y de sales biliares cargadas de colesterol.
- 3. Alta
presencia de antioxidantes, para frenar la oxidación de los
lípidos y el endurecimiento de las arterias.
- 4. Consumo
habitual de ciertos alimentos protectores: nueces y
pescado azul, berenjena, avena, okra y algunas frutas, tal como se
describe en el artículo 'Los diez alimentos más eficaces para bajar el
colesterol', publicado en EROSKI CONSUMER. La elección alimentaria es
clave para regular los niveles de colesterol y no depender de
medicamentos.
- 5. En todo caso, para favorecer la recuperación hepática y no debilitar ni irritar más este órgano, conviene evitar: café, tabaco, cualquier tipo de bebida alcohólica, vinagres (mejor aliñar con zumo de limón o mezcla de limón y lima) y el exceso de sal.
Los cuidados dietéticos para el hígado
En cuestión alimentaria,
además de los aspectos claves mencionados, habría que indagar y aclarar cuál es
la causa de la disfunción hepática para corregir el enfoque alimentario y
apoyar con fitoterapia o complementos dietéticos de la manera más eficaz. Eso
sí, cabe incidir en que el uso de complementos dietéticos y de plantas
siempre ha de estar respaldado por un profesional sanitario. Un
consumo individual sin asesoramiento, ni en el tipo, ni en la dosis, ni en la
duración y frecuencia recomendada, puede tener efectos indeseados para la
salud.
1. Insuficiencia de secreción
de la bilis, que se manifiesta con malas
digestiones. Los jugos biliares actúan en el proceso digestivo ayudando a
digerir bien las grasas. Además, se encargan de eliminar los desechos de la
sangre (derivado de la desintoxicación y depuración hepática). Se puede sentir
acidez, sensación de ardor en el esófago (porque los ácidos biliares ascienden
y provocan dichas molestias, que se pueden confundir con molestias gástricas) o
acidez de estómago.
- En este caso, convendría aumentar el
consumo de alimentos y plantas con efectos coleréticos (aumentan la
producción de bilis) y colagogos (estimulan la expulsión de la bilis
acumulada en la vesícula biliar). Al mismo tiempo, habría que limitar la
ingesta de alimentos grasos, incluidos los frutos secos, pese a la buena
calidad de sus lípidos. La alcachofa es la planta por
excelencia para combatir las digestiones difíciles; tiene acción
colerética y colagoga. A ella se suman la fumaria y el boldo.
Está demostrado su efecto hepatoprotector. Una reciente revisión llevada a
cabo por Cocharne señala que el uso de la alcachofa como
complemento para reducir el colesterol es potencial, si bien, según los
datos científicos disponibles, no es suficientemente convincente. Estos
resultados protectores hepáticos, cardiovasculares e hipolipemiantes son,
sin embargo, más contundentes en una revisión publicada el año pasado y
realizada por investigadores italianos de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Pavía.
2. Trastornos en los procesos
de detoxificación o depuración. El alimento ya
digerido en el intestino se transforma en una mezcla de fluidos: el quilo,
formado por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados en el duodeno
(primera porción de intestino delgado). El quilo llega al hígado a través de la
vena porta, y allí es filtrado para nutrir al hígado y formar la sangre que
después se envía al corazón. Esta sangre contiene los nutrientes de los
alimentos, y también toxinas que pudiera haber en ellos, componentes de los medicamentos
que se hayan ingerido y cualquier sustancia que sea capaz de pasar a la sangre
desde el conducto digestivo. Antes de que esta sangre se reparta por el todo el
organismo, debe "purificarse" en el hígado. Si los procesos de
detoxificación hepática no funcionan de manera correcta, la sangre que fluye
por el cuerpo será de mala calidad, lo que aumenta el riesgo de dislipemias,
entre otros desórdenes.
- En este caso estarán desaconsejados
aquellos alimentos que requieran un mayor trabajo hepático: lácteos (en
particular quesos grasos), proteína animal (huevos, carne roja, embutidos,
pollo con piel...), exceso de sal y salazones, fritos, frutos secos... La
toma elevada de medicamentos (antibióticos, ansiolíticos, antipsicóticos,
anticonceptivos...) puede bloquear o dificultar las fases de depuración
hepática. Entre las plantas más indicadas en estos casos está el rábano
negro y la cúrcuma, plantas reconocidas por su alta
capacidad de detoxificación hepática.
3. Sufrimiento hepático, asociado
a toma elevada y mantenida de medicamentos, xenobióticos, infecciones virales,
acumulación de tóxicos, etc. Algunos medicamentos (píldora anticonceptiva,
paracetamol, alcohol) se convierten en tóxicos graves para el hígado si se
eliminan mal sus desechos metabólicos.
- El desmodium es la
planta amiga de los hepatocitos, las células hepáticas, pues ayuda a su
regeneración.
MAITE
ZUDAIRE
No hay comentarios:
Publicar un comentario