miércoles, 26 de marzo de 2014

Comer mal, primer paso hacia las enfermedades crónicas


El origen de muchas enfermedades crónicas está relacionado con una alimentación inadecuada, así como con hábitos poco saludables, entre los que sobresalen el tabaquismo y la vida sedentaria

Las enfermedades crónicas, también denominadas "enfermedades no transmisibles", son dolencias de larga duración que se desarrollan de forma lenta, a medida que pasan los años. Los cuatro tipos principales son, según la Organización Mundial de la Salud, las patologías cardiovasculares, el cáncer, las enfermedades respiratorias crónicas y la diabetes. Suponen una auténtica pandemia, ya que generan el 63% de todas las muertes anuales en el mundo, una cifra que en España no es muy diferente (un 60%). Por ello, el Ministerio de Sanidad publicó un informe en diciembre de 2013 en el que valora la evolución de los factores más implicados en la génesis de dichas enfermedades: el tabaquismo, la inactividad física, la obesidad, el consumo insuficiente de frutas y verduras y el consumo de alcohol. El siguiente artículo profundiza en estos aspectos, muchos de los cuales están ligados con la alimentación.

Enfermedades crónicas: los cinco factores de riesgo, al detalle

El informe del Ministerio de Sanidad, titulado 'Tendencia de los principales factores de riesgo de enfermedades crónicas', se basa en las Encuestas Nacionales de Salud. Tras monitorizar a muestras representativas de la población española mayor de 16 años en los años 2001, 2003, 2006, 2009, 2011 y 2012, el Ministerio publicó este documento, con la evolución de la prevalencia de los citados factores de riesgo. Supone un muy buen punto de partida para abordar la prevención y el control de las enfermedades crónicas mediante líneas de acción eficaces.

·                            1. Tabaquismo. Aunque la proporción de fumadores en España sigue siendo alta, esta ha disminuido, tanto en hombres como en mujeres. En 2001 había un 34,5% de fumadores, mientras que en 2011/12 la cifra era de un 27,1%. No obstante, en el grupo de mujeres de entre 45 y 64 años la tendencia fue ascendente. También disminuyó el porcentaje de grandes fumadores (20 o más cigarrillos al día), que pasó de un 11% a un 8,3%. Es más frecuente que fumen los varones que tienen menores niveles de estudios. En mujeres, el patrón es diferente, ya que depende de la edad: en las menores de 45 años, el porcentaje de fumadoras más bajo se observa en las que tienen más estudios, mientras que en las mayores de 45 años sucede al revés.
·                            2. Inactividad física. La inactividad física tiene muy preocupados a los responsables sanitarios, ya que supone el cuarto factor de riesgo de mortalidad, por detrás del tabaquismo, la hipertensión arterial y el exceso de azúcar en la sangre. El informe revela un dato nada esperanzador: más del 40% de la población adulta española (39% en hombres y 49,9% en mujeres) se declara inactiva en su tiempo libre, algo que es más frecuente en individuos con menor nivel de estudios. La tendencia de la inactividad física en la década estudiada fue desigual, ya que aumentó entre 2001 y 2003, se redujo hasta 2006 y volvió a aumentar desde entonces hasta 2011 y 2012.
·                            3. Obesidad. No menos preocupante resulta la obesidad. Se estima que al menos una de cada 13 muertes podría estar asociada con el exceso de peso. El informe indica que "la obesidad es responsable del 80% de los casos de diabetes del adulto, del 55% de los de hipertensión arterial en adultos y del 35% de los casos de la enfermedad coronaria". En España, la frecuencia de la obesidad en adultos aumentó en términos absolutos un 3,8% en todos los grupos de edad y sexo estudiados, salvo en las mujeres de 45 a 63 años, en las que la obesidad se redujo un 2,6%. El exceso de peso es más frecuente en personas con un menor nivel de estudios.
·                            4. Consumo insuficiente de frutas y verduras. Cada vez más estudios de investigación muestran, según el informe, que el consumo de frutas y verduras podría reducir el riesgo de algunas las principales enfermedades crónicas. De hecho, se indica que la ingesta diaria de 5 o más raciones de frutas y verduras (que corresponde a unos 400 gramos) reduciría el riesgo de enfermedad coronaria en un 17%. Se detalla que la relación entre un mayor consumo de frutas y verduras y la reducción del riesgo de cáncer de boca, faringe, esófago, colon y recto es "probable". Sin embargo, el informe no aporta buenas noticias: casi tres de cada diez españoles (el 28,6% de la población adulta del país) presentan un consumo insuficiente de frutas y verduras, una cifra que arroja pocas variaciones en el decurso de la década analizada por los investigadores. Es más frecuente que los hombres tomen menos frutas y verduras que las mujeres. Como sucede con otros hábitos de salud, el escaso consumo de frutas y verduras es mayor en individuos con menores niveles de estudios.
·                            5. Consumo arriesgado de alcohol. Europa es, según la OMS, una de las zonas del mundo con mayores niveles de consumo de alcohol y de daños relacionados con su ingesta. El consumo de alcohol se asocia con diversos riesgos para la salud. El informe detalla que, además de generar diversas enfermedades (el 3% de las muertes por cáncer están relacionadas con el alcohol), tomar alcohol se relaciona con diversos "daños colaterales". Así, entre un 30% y un 50% de los accidentes de tráfico son atribuibles al alcohol, por no hablar del perjuicio que puede ejercer en las personas del entorno del bebedor, ya sea a través de la violencia en la calle, la violencia doméstica o mediante el uso de recursos públicos (se incrementan los costos de la atención sanitaria y de hacer frente a la delincuencia y el desorden). En este caso, el informe revela datos esperanzadores, ya que el porcentaje de consumidores de una cantidad de alcohol que supone un riesgo crónico para la salud ha disminuido: era del 4,1% en 2003, mientras que en 2011 y 2012 se situó en un 1,2%. En cuanto a la relación con niveles de estudios, se observa que en hombres existe una relación inversa (a mayores niveles de estudios, menor consumo arriesgado de alcohol), algo que no se observa en mujeres (no parece haber una asociación).

Controlar los factores de riesgo para prevenir las enfermedades crónicas

Para la OMS, la prevención y el control de los factores de riesgo antes detallado, así como de las enfermedades crónicas que genera, requiere un enfoque integral que fuerce a todos los sectores a impulsar actuaciones eficaces. Ello incluye no solo a los sectores sanitarios, también a los de finanzas, asuntos exteriores, educación, agricultura y planificación. La propia OMS tiene un plan de acción en el que propone promover intervenciones para reducir los principales factores de riesgo de enfermedades no transmisibles.
Sea como fuere, aunque los responsables sanitarios tienen mucho que decir, no hay duda de que los principales "secretos" de una buena salud no se esconden en las pastillas de vitaminas, en los famosos antioxidantes, en estrafalarios quema grasas, en complementos dietéticos o en seguir dietas "depurativas” ni dietas "milagrosas”, sino que están detrás de los cinco factores detallados en el presente texto y sobre los que, a nivel individual, podemos actuar.

JULIO BASULTO


jueves, 20 de marzo de 2014

¿Por qué cuesta tanto bajar el colesterol?



Para bajar los niveles de colesterol, además de hacer ajustes en la dieta, es preciso cuidar al hígado con la alimentación y controlar que no haya disfunciones hepáticas


Boca y lengua pastosa, digestiones difíciles y pesadas, náuseas, alteración del ritmo intestinal con tendencia al estreñimiento, mal aliento,... Son algunos síntomas comunes en personas que tienen dislipemias, es decir, sus niveles de lípidos plasmáticos alterados. La causa, en muchos casos, está en una disfunción hepática, y es por ahí por donde conviene comenzar a tratar el problema. La consecuencia es la elevación del colesterol, de los triglicéridos o de las enzimas hepáticas. El abordaje dietético y nutricional en caso de dislipemia requiere un enfoque integral. A continuación se detallan las deficiencias en el tratamiento dietético que impiden una correcta resolución del problema, qué errores alimentarios se comenten, qué alimentos no ayudan y cuáles son los más indicados para actuar sobre la causa.

Vencer al colesterol: actuar sobre la causa, no sobre la consecuencia

El hígado es el principal órgano encargado de gestionar los niveles de grasas a nivel circulatorio. A su vez, una de sus funciones principales es la de almacenar sangre y regular el flujo sanguíneo hacia el resto de órganos. Es por ello que una disfunción hepática tiene como consecuencia directa una mala calidad de la sangre, y esta puede estar saturada de grasas y colesterol, provocando con el tiempo la elevación de las tasas de colesterol plasmáticas y, en consecuencia, un aumento del riesgo vascular.
Por ello, cuando hay una alteración de los niveles de lípidos (LDL colesterol elevado; HDL colesterol disminuido; triglicéridos elevados) o de las transaminasas (enzimas hepáticas) suele haber disfunción hepática -no tiene por qué haber patología-, pero este trastorno hepático se manifiesta a distintos niveles. Una serie de síntomas o malestares nos alertan de que nuestro hígado requiere un apoyo dietético para recuperar su funcionalidad:

  • Sensación de pesadez dolorosa en la región hepatovesicular.
  • Boca pastosa, digestión difícil (en particular con los alimentos grasos, desde la nata y la mantequilla, hasta los frutos secos).
  • Eructos después de las comidas (a veces se acompaña de náusea).
  • Alteración del ritmo intestinal con tendencia al estreñimiento.
  • Halitosis o mal aliento.
  • Sueño después de las comidas.
  • Intolerancia más o menos acusada a ciertos alimentos.
  • Urticaria o prurito en la piel.
  • Dolor de cabeza de tipo migrañoso.
La elevación plasmática de los niveles de colesterol suele ser la consecuencia de este trastorno hepático de fondo que habrá que corregir para no depender siempre de los medicamentos.

Colesterol elevado: las mejores opciones dietéticas

En caso de dislipemia, si no ha habido un episodio cardiaco por el que se requiere la toma de medicamentos, el abordaje dietético para prevenirlo requiere un enfoque integral, un abordaje completo. No debería limitarse solo a recomendar el consumo de un complemento regulador del colesterol (omega-3, lecitina de soja, fitosteroles...), sino que habría que hacer una revisión alimentaria exhaustiva y los cambios dietéticos pertinentes:

  • 1. Restringir el consumo de alimentos ricos en colesterol, en grasas saturadas y sobre todo -y de manera contundente- en grasas trans (que favorecen la formación de colesterol).
  • 2. Aumentar el consumo de fibra soluble e insoluble, con efecto de arrastre y de limpieza digestiva y de sales biliares cargadas de colesterol.
  • 3. Alta presencia de antioxidantes, para frenar la oxidación de los lípidos y el endurecimiento de las arterias.
  • 4. Consumo habitual de ciertos alimentos protectores: nueces y pescado azul, berenjena, avena, okra y algunas frutas, tal como se describe en el artículo 'Los diez alimentos más eficaces para bajar el colesterol', publicado en EROSKI CONSUMER. La elección alimentaria es clave para regular los niveles de colesterol y no depender de medicamentos.
  • 5. En todo caso, para favorecer la recuperación hepática y no debilitar ni irritar más este órgano, conviene evitar: café, tabaco, cualquier tipo de bebida alcohólica, vinagres (mejor aliñar con zumo de limón o mezcla de limón y lima) y el exceso de sal.
Los cuidados dietéticos para el hígado

En cuestión alimentaria, además de los aspectos claves mencionados, habría que indagar y aclarar cuál es la causa de la disfunción hepática para corregir el enfoque alimentario y apoyar con fitoterapia o complementos dietéticos de la manera más eficaz. Eso sí, cabe incidir en que el uso de complementos dietéticos y de plantas siempre ha de estar respaldado por un profesional sanitario. Un consumo individual sin asesoramiento, ni en el tipo, ni en la dosis, ni en la duración y frecuencia recomendada, puede tener efectos indeseados para la salud.

1. Insuficiencia de secreción de la bilis, que se manifiesta con malas digestiones. Los jugos biliares actúan en el proceso digestivo ayudando a digerir bien las grasas. Además, se encargan de eliminar los desechos de la sangre (derivado de la desintoxicación y depuración hepática). Se puede sentir acidez, sensación de ardor en el esófago (porque los ácidos biliares ascienden y provocan dichas molestias, que se pueden confundir con molestias gástricas) o acidez de estómago.

  • En este caso, convendría aumentar el consumo de alimentos y plantas con efectos coleréticos (aumentan la producción de bilis) y colagogos (estimulan la expulsión de la bilis acumulada en la vesícula biliar). Al mismo tiempo, habría que limitar la ingesta de alimentos grasos, incluidos los frutos secos, pese a la buena calidad de sus lípidos. La alcachofa es la planta por excelencia para combatir las digestiones difíciles; tiene acción colerética y colagoga. A ella se suman la fumaria y el boldo. Está demostrado su efecto hepatoprotector. Una reciente revisión llevada a cabo por Cocharne señala que el uso de la alcachofa como complemento para reducir el colesterol es potencial, si bien, según los datos científicos disponibles, no es suficientemente convincente. Estos resultados protectores hepáticos, cardiovasculares e hipolipemiantes son, sin embargo, más contundentes en una revisión publicada el año pasado y realizada por investigadores italianos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pavía.
2. Trastornos en los procesos de detoxificación o depuración. El alimento ya digerido en el intestino se transforma en una mezcla de fluidos: el quilo, formado por bilis, jugo pancreático y lípidos emulsionados en el duodeno (primera porción de intestino delgado). El quilo llega al hígado a través de la vena porta, y allí es filtrado para nutrir al hígado y formar la sangre que después se envía al corazón. Esta sangre contiene los nutrientes de los alimentos, y también toxinas que pudiera haber en ellos, componentes de los medicamentos que se hayan ingerido y cualquier sustancia que sea capaz de pasar a la sangre desde el conducto digestivo. Antes de que esta sangre se reparta por el todo el organismo, debe "purificarse" en el hígado. Si los procesos de detoxificación hepática no funcionan de manera correcta, la sangre que fluye por el cuerpo será de mala calidad, lo que aumenta el riesgo de dislipemias, entre otros desórdenes.

  • En este caso estarán desaconsejados aquellos alimentos que requieran un mayor trabajo hepático: lácteos (en particular quesos grasos), proteína animal (huevos, carne roja, embutidos, pollo con piel...), exceso de sal y salazones, fritos, frutos secos... La toma elevada de medicamentos (antibióticos, ansiolíticos, antipsicóticos, anticonceptivos...) puede bloquear o dificultar las fases de depuración hepática. Entre las plantas más indicadas en estos casos está el rábano negro y la cúrcuma, plantas reconocidas por su alta capacidad de detoxificación hepática.
3. Sufrimiento hepático, asociado a toma elevada y mantenida de medicamentos, xenobióticos, infecciones virales, acumulación de tóxicos, etc. Algunos medicamentos (píldora anticonceptiva, paracetamol, alcohol) se convierten en tóxicos graves para el hígado si se eliminan mal sus desechos metabólicos.

  • El desmodium es la planta amiga de los hepatocitos, las células hepáticas, pues ayuda a su regeneración.

MAITE ZUDAIRE